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Composición del Universo

La ciencia determina la edad y la composición exacta del Universo.
"Si no fuera que sabemos de hecho que él es como es, sería bastante fácil demostrar que es imposible que fuera así". Esas fueron las palabras del cosmólogo John Bahcall, del Instituto para Estudios Avanzados en Princeton, en una comparecencia de prensa para anunciar nuevos hallazgos que prometen revolucionar la ciencia de la cosmología.

Los datos vienen de un satélite conocido como WMAP diseñado por el Goddard Space Flight Center de la NASA, y la Universidad de Princeton. Está en órbita en lo que se llama "el punto Lagrange" donde la fuerza gravitacional de la tierra y el sol están balanceadas, permitiéndole permanecer a 1.500.000 kilómetros de la Tierra.

Los datos recabados por la nave han sido ensamblados en una detallada foto del al instante que comenzó a haber luz, 380 mil años después del "Big Bang," o sea la gran explosión que marcó el inicio del Universo.
La sonda WMAP ha logrado medir esas pequeñas variaciones, y con tanta exactitud que el profesor Bahcall dice que de un sólo golpe ha transformado la cosmología de una ciencia especulativa en una de precisión.

Según Charles Bennett, principal investigador del proyecto, los datos obtenidos son "una mina de oro". Entre los hallazgos figuran la edad del Universo, la época cuando nacieron las primeras estrellas, el destino final del Universo, su geometría y su composición.

Los científicos han determinado que el Universo tiene 13.700 millones de años, con un margen de error del 1 por ciento. Las primeras estrellas nacieron apenas unos 200 millones de años después del Big Bang, mucho antes de lo que se pensaba, por lo que sólo sería posible captar su luz con un telescopio de luz infrarroja, y no con el actual observatorio espacial Hubble. El destino del Universo es seguir en expansión eternamente. Y la geometría del Universo es plana, o sea, normal, igual que la geometría que se estudia en secundaria. Pero el resultado que causa mayor sorpresa es la composición del Universo. 
La materia para nosotros "normal" es muy escasa, ya que representa apenas el 4 por ciento del Universo. La Materia fría oscura representa el 23 por ciento. El resto ha sido denominado "energía oscura". Sobre la materia fría oscura se sabe muy poco porque no interactúa con la luz, aunque su presencia es evidente porque sí ejerce gravedad. Sobre la energía oscura se sabe incluso menos.
Este año se presentaron nuevas pruebas de que el universo está dominado por la misteriosa materia oscura cuya expansión gobierna una todavía más misteriosa energía oscura. Estas nuevas evidencias han alcanzado el primer puesto en la tradicional lista de los 10 descubrimientos más importantes que elabora todos los años la revista Science.
El universo tiene una composición inesperada, o “exótica”, según la define al menos el profesor Carlos Frenk, uno de los cosmólogos más reconocidos del planeta, quien lleva años recreando y simulando las estructuras cósmicas y la formación de galaxias por medio de grandes supercomputadoras.

Frenk asegura que una de las grandes sorpresas dadas por la física en la última década es precisamente que la materia, la visible y la oscura, es tan sólo una pequeña parte de la composición del universo, y que el resto lo ocupa una energía oscura “totalmente desconocida”.

La materia visible -los átomos ordinarios de los que están hechos tanto humanos como estrellas- supone el 4% del universo, mientras que la llamada materia oscura fría -sobre la que este físico ha publicado un destacado estudio en “Nature”- conforma el 21%, es decir: una quinta parte del cosmos son unas partículas elementales que no interactúan y que por ello son difíciles de detectar.

Cualquier habitación está llena de miles de millones de estas partículas que sólo se hacen visibles cuando protagonizan fenómenos de gravedad en puntos donde se concentran enormemente como, por ejemplo, en el centro de nuestra galaxia.
En esa concentración masiva, los científicos creen que sufren colisiones que generan una radiación gamma muy energética que las hace visibles y, por ello, hacia allí se dirige el satélite norteamericano Fermi, lanzado el pasado junio, para tomar unas mediciones que se espera ofrezcan resultados en uno o dos años.

Este investigador confía en que el acelerador de partículas del CERN (LHC) de Ginebra, puede llegar también a fabricar estas partículas de forma indirecta, una vía más sencilla que encontrarlas en el cosmos.

Menos optimista se muestra a la hora de predecir cuándo se llegará a saber qué es la energía oscura, descubierta a finales de la década de los noventa, tras años de sospechas teóricas “de que algo iba mal” porque la expansión del universo se estaba acelerando, fruto de una fuerza repulsiva, contraria a la gravedad.

Frenk, un británico nacido en México -nacionalidades a las que suma la española de su madre y la alemana de su padre- subraya que éste es “uno de los misterios de la ciencia”, que se ha convertido en el reto número 1 de la investigación física en EEUU, y teme que se vayan a gastar miles de millones de euros en dar palos de ciego: “sin una teoría que les guíe y sin saber lo que están haciendo”. 


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